El lenguaje es un caníbal. Se come mi armario y tu saliva. Se come mi apetito y tu pelo. Se come mis zapatos y tus pies. Se lo come todo. Se come tu sexo y el televisor. Se come mis gafas y tu aliento.
Somos lenguaje en primera persona. Soy un proceso epidérmico y espontáneo.
Todo adquiere sentido de madrugada, mientras ardo, mientras intento narrar una vida sin lenguaje.